viernes, 16 de diciembre de 2016

POESIA DE GLORINELA

RENCOR

Hoy que en soledad me hallaba,
te he llamado y no me oíste;
a mi voz no contestaba
tu voz que me consolaba
cuando me encontraba triste.

Como antaño te llamaba,
pero escuchar no quisiste...
Alguien de mí te alejaba;
¡era el rencor que te ahogaba!
¡Por eso no respondiste!


UNA FRAGANCIA

Dices que nada hará que tú me olvides:
"ni el mar, ni el tiempo, ni la gran distancia"
que en tu memoria viviré guardada,
como duerme una flor despetalada
en el oscuro arcón de vieja estancia.

¡Le tengo tánto miedo a la distancia
porque el olvido siempre va tras ella!
Es un monstruo que mata cuanto alcanza:
los recuerdos, los sueños, la esperanza,
sin que a su paso quede alguna huella.

Mas si no fuera así, sólo quisiera
sea mi alma en tu recuerdo una fragancia
firme, indeleble, delicada y pura,
que no pueda arrastrar en su premura
"ni el mar, ni el tiempo, ni la gran distancia".


OH? VIDA...

Oh, vida has sido ingrata!...
No me has dado siquiera
para calmar mi pena
ni un poquito de amor;
he esperado paciente,
con mansedumbre siempre,
la ilusión en suspenso .
y abierto el corazón.

No te he pedido nada
con palabras severas;
si no me das, me callo
y si me das... también...
Pero a veces me digo
muy quedito... quedito:
¿Quién pudiera, Dios mío,
descansar un ratito,
bajo la fronda amiga
de un intenso querer?


PUEBLECITO DE MI TIERRA

Al pie de los volcanes legendarios
cuyos picachos blancos centelleaban
bajo el sol decembrino,
se encuentra un pueblecito solitario
en un recodo, cerca del camino...

Es un pueblito blanco y sonriente
de casuchas humildes y sencillas,
donde trepa y se enreda en los tejados
como un manto rubí la bugambilia...
Todas tienen un pozo de agua clara,
y en muchas, bajo el viejo cobertizo,
cuelgan jaulas de pájaros parleros
formadas con el rústico carrizo...
Tienen por tapia verdes nopaleras
y hay por doquier pirús -rojos granates-,
en cuya sombra anidan por las tardes
las bandadas alegres de zanates...
Todas sus viejas calles son iguales:
empolvadas, estrechas, retorcidas,
y juegan confundidos en las calles
chiquillos morenitos y gallinas...
Tiene una iglesia pobre, ya muy vieja,
con sus altas ventanas de colores
y a su vera se yergue el cementerio
tapizado de cruces y de flores...
Como un blasón ostenta, cada cosa
un innegable sello de leyenda
desde los altos robles milenarios,
hasta las mismas piedras de la senda...

Quieto rincón donde la vida canta,
sencillo pueblecito de mi tierra:
¡cómo renueva el alma su alegría
respirando el perfume de la sierra!